1 de julio de 2025
La utopía reaccionaria. La capitalización del miedo y el asco en el ascenso de la ultraderecha en LatinoaméricaLa utopía reaccionaria. La capitalización del miedo y el asco en el ascenso de la ultraderecha en Latinoamérica
Por Carlos Arturo Noyola Juárez*
En este texto quisiéramos plantear algunas ideas que son parte de un proyecto de investigación en el que hemos venido trabajando desde hace algunos años y que busca articular el campo de las neurociencias, la historia del capitalismo, el análisis de lo político y los denominados trastornos mentales. En un seminario denominado “Capitalismo y economía de los afectos” exploramos ya la relación entre capitalismo y locura, y la manera en la que el sistema económico pone de relieve ciertos afectos. Algo que nos ha interesado es la relación entre el capitalismo neoliberal y lo que se denomina trastornos mentales, especialmente la ansiedad y la depresión. No es nuestra intención debatir si es adecuado o no el término de trastorno mental o si está bien empleado, lo utilizamos por considerar que es un término operativo que sirve para señalar ciertos patrones de comportamiento y alteraciones emocionales que causan sufrimiento psíquico, en donde la ansiedad y la depresión aparecen como procesos desadaptativos que alteran el desarrollo vital de una persona. Lo importante de la operatividad del concepto está en la función social del propio lenguaje, es decir, el poder nombrar y socializar un cierto tipo de sufrimiento.
En las últimas décadas, la psiquiatría ha construido un campo de significados para señalar el sufrimiento psíquico. En este escenario nos colocamos del lado del psicoanalista brasileño Christian Dunker (2021), que señala que la depresión, por ejemplo, es la manera de nombrar el sufrimiento psíquico causado por el capitalismo neoliberal. Es precisamente en este campo de una emocionalidad perturbada por las dinámicas económicas que han tenido lugar desde la década de los 70 del siglo XX, donde queremos colocar nuestra reflexión sobre emociones y política, tratando de analizar lo que se considera un ascenso de las expresiones radicales en el espectro político en todo el mundo y en Latinoamérica, es decir, la radicalización de la derecha a nivel mundial.
Hay, por lo tanto, algunas ideas que nos gustaría articular. En primer lugar, tenemos esa apropiación de las expectativas de futuro que se ponen en juego cada vez que las democracias liberales, herencias del siglo XIX, ponen a disposición de los electores en la selección de un proyecto político por las vías democráticas. Frente a una realidad marcada por la violencia, los desastres ecológicos, las precarias condiciones económicas causadas por el neoliberalismo, los partidos de derecha radical han tomado un papel cada vez más importante en la oferta política mundial. En Latinoamérica el triunfo de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil y el ascenso del llamado libertarismo en Argentina, que ha llevado a Javier Milei a ocupar el ejecutivo federal, son muestras de que algo está pasando en Latinoamérica y en el resto del mundo.
Un segundo aspecto a considerar con las emociones es su utilización en la elaboración de metáforas o imágenes que buscan incidir en las decisiones políticas de la sociedad, poniendo por delante el miedo y el asco. En un breve recorrido por discursos, declaraciones o mensajes a través de redes sociales, el uso de expresiones como asco o repugnancia para referirse a rivales políticos o proyectos económicos se ha vuelto bastante común. Lo mismo se puede utilizar para referirse a algunos aspectos de la política de Gabriel Boric en Chile como para señalar al gobierno de izquierda, las políticas económicas y a los propios políticos argentinos como lo hace Javier Milei desde su paso por la cámara de diputados, durante su campaña por la presidencia y, desde luego, ahora como presidente.
Un tercer elemento tiene que ver con la articulación de los dos primeros, es decir, la relación entre el tiempo futuro y sus expectativas, la utopía, y las emociones como el miedo y el asco. Lo que nos interesa es la temporalidad como experiencia negativa dentro de estas formas de sufrimiento psíquico comunes en esta etapa del capitalismo neoliberal. La ansiedad y la depresión son dos formas de experimentar los efectos del capitalismo tardío e implican una exacerbación de los estados emocionales negativos, entre ellos el miedo y el asco, en tanto que esta emoción está vinculada con el temor, el miedo al contagio, pero, además, la experiencia de la temporalidad también ha sido alterada dentro de las experiencias de ansiedad y depresión.
Las emociones
En las últimas décadas han surgido una gran cantidad de propuestas en torno a la relación entre las emociones y la política, señalando, entre otras cosas, el carácter cognitivo que permea un estado emocional. Martha C. Nussbaum (2014), por ejemplo, destaca emociones como el amor y la compasión como elementos imprescindibles para la construcción de sociedades más justas, señalando cómo el odio es una emoción altamente política, pero que representa un obstáculo en la construcción de un orden liberal. Sara Ahmed, por su parte, entrelaza emociones como el miedo, la ira y la felicidad con las relaciones sociales y las dinámicas de poder. Un trabajo interesante sobre el asco, una emoción que está en el centro mismo de los discursos y declaraciones políticas actuales, es el que escribe William Ian Miller (1998), en el cual queda claro la complejidad de esta emoción. La pertinencia del asco para una vida democrática y la construcción de sociedades más justas, basadas en el amor y la compasión, también es puesto de relieve en otras lecturas, las cuales, al contrario de lo que señala Nussbaum, el asco es una emoción necesaria para valorar y rechazar acciones que dañan las mismas vías democrática y la convivencia social. En todas estas aproximaciones hay enfoques que cruzan varias disciplinas como la historia, la psicología, la sociología. Sin embargo, la distinción entre emociones, sentimientos y otros afectos puede ser confusa.
En los últimos años, a raíz del auge de lo que se ha dado en llamar neurociencias, los enfoques se han vuelto más complejos, pues ponen el acento en la manera en la que la realidad, sus estímulos, los objetos que impactan el organismo, quedan registrados en la actividad cerebral. Antonio Damasio propone que existe un patrón neural que está constantemente cartografiando el estado del organismo. Este patrón registra cualquier variación y reacciona ante cualquier cambio y los registra como variaciones del estado corporal dentro de mapas neurales. Este organismo, al ser perturbado por los constantes estímulos, y al registrar estas perturbaciones en trazos neuronales, crea también estados emocionales. Aunque el esquema de Damasio puede entrar igual en una confusión o perder los matices entre emoción y sentimientos al introducir las emociones sociales, su definición de emoción nos parece adecuada para nuestro esquema de análisis. La emoción de acuerdo a Damasio es la reacción que experimenta el organismo frente a la perturbación de un objeto. Las emociones primarias, innatas, dependen de los circuitos neuronales del sistema límbico y comprometen a la amígdala, la protagonista de muchas investigaciones tanto sobre las emociones, como el miedo, como sobre las investigaciones alrededor del estrés y la ansiedad. Para Antonio Damasio (1999 y 2000), las emociones participan tanto en la toma de decisiones, algo que denomina los marcadores somáticos, y en la formación del sentido de sí mismo, el self, punto necesario para que surja la conciencia, pero una vez superado ese tramo neural en donde queda el registro de lo que ha perturbado al organismo, queda la emoción como experiencia mental, ahí ésta se vive como sentimiento. El sentimiento es la experiencia subjetiva de una emoción, es decir, el sentimiento requiere de una imagen mental de esa experiencia emocional. Como observa Byung-Chul Han (2014), a diferencia de las emociones, el sentimiento permite una narración. Las emociones transitan en un espacio previo a la elaboración de un contenido mental, donde no hay todavía una reflexión sobre eso que ha perturbado el equilibrio del organismo. Las emociones participan de la toma de decisiones, pero en un nivel prerreflexivo. El sistema capitalista neoliberal abruma al individuo y junto con la explosión digital, sobreestimula al sistema nervioso, alterando sus marcos emocionales y temporales, volviendo cada vez más difícil la elaboración emocional y la narrativa inherente al sentimiento. En este escenario, el miedo y el asco son parte de una reacción emocional provocada por las narrativas radicales que más que buscar la valoración racional o el marco cognitivo, exacerban el sentido de peligro e incertidumbre ocasionado por el sistema capitalista neoliberal. El neoliberalismo crea un fondo emocional que es capitalizado a su vez por las ultra derechas. La lección que tal vez nos queda por aprender es la manera en la que las expresiones radicales leen esos signos de miedo e incertidumbre y los devuelven convertido esas utopías reaccionarias desde las cuales ofrecen el pasado como garantía del futuro y la exclusión como remedio frente a un mundo dislocado en su temporalidad y en sus marcos emocionales.
La utopia
En su libro La rebeldía se volvió de ultraderecha, Pablo Stefanoni (2021) hace varias reflexiones sobre el auge de las expresiones radicales en la política mundial. Una idea de fondo es que las derechas radicales en el mundo han ido incorporando muchas de las consignas de los grupos minoritarios o vulnerables, las cuales se habían considerado como propias o más cercanas a las izquierdas. Así, el complejo espacio de las utopías, de un mundo de posibilidades, de igualdad social y justicia que integrara a toda la sociedad en una sociedad sin fisuras, se ha vuelto un estandarte que ha movilizado a los electores y que le ha dado a las expresiones radicales un papel protagónico en los sistemas democráticos, logrando posicionarse a través de los sistemas electorales de las sociedades liberales democráticas. Uno de los hilos conductores en las reflexiones de Stefanoni es cómo las ultraderechas han ido tejiendo una proximidad con colectivos LGBTs, feministas, ecologistas, obreros, etc., logrando que ese espacio de rebeldía que estaba presente en cada lucha social gire hacia una radicalización y en un apoyo de sus programas políticos, y de su lectura particular de lo social.
La utopía de las ultraderechas se escribe en un condicional distópico, es el futuro el que está en peligro, amenazado por siempre por un peligro externo, por grupos o ideas fuera de lugar. Javier Milei, el presidente libertario, una de las caras de esta ultraderecha mencionada por Stefanoni, alertaba a sus oyentes sobre el peligro en el que se encuentra Occidente:
… está en peligro porque aquellos que supuestamente deben defender los valores de Occidente se encuentran cooptados por una visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo y, en consecuencia, a la pobreza. Lamentablemente, en las últimas décadas, motivados algunos por el deseo bienpensante de querer ayudar al prójimo y otros por el deseo de pertenecer a una casta privilegiada, los principales líderes del mundo occidental han abandonado el modelo de la libertad por distintas versiones de lo que nosotros llamamos colectivismo.
El peligro es latente y se deja sentir lo mismo en las políticas que ponderan lo colectivo por encima de lo individual que en los políticos que impulsan estos programas. Milei suele intercalar sus discursos con expresiones que concitan emociones como el asco. Así, expresa esa sensación de aversión tanto para las políticas de izquierda como para esa casta política que ha gobernado a la Argentina y que, en su esquema histórico la ha llevado de ser una potencia económica a principios del siglo XX hacia las constantes crisis que ha padecido en los cien años que han pasado desde ese pasado glorioso. Así, junto que las emociones políticas que le dan forma a ese discurso intenso, incendiario, como son el asco y el miedo, Milei se coloca como un outsider. Es, al igual que otros líderes, un político antisistema que viene a derribar el escenario político y las castas que han empobrecido al país al tiempo que se han enriquecido. El futuro, entonces, es lo que está en riesgo.
El futuro es lo que está en riesgo y es esa lectura sobre la temporalidad lo que nos interesa, pues en ella reside uno de los atractivos de las expresiones radicales, es decir, en la manera en la que lee y ofrece una solución a un electorado que vive a su modo una incertidumbre sobre el futuro y que lo colorea con emociones como el miedo o el asco, aquellas que tan bien saben resaltar en sus discursos personajes como Milei o Donald Trump o Jair Bolsonaro.
Emociones y temporalidad en el discurso de las ultraderechas
La desesperanza por un cambio es percibida por la fascinación que suelen tener los jóvenes por las sagas distópicas. Esos rasgos de personalidad que percibimos tienen un componente característico de los trastornos de ansiedad y depresión, es decir, un sujeto que se conjuga en todos los tiempos verbales, pasado, presente y futuro, pero siempre en clave negativa, destacando los recuerdos más ominosos, el presente sin esperanza y el futuro catastrófico. La contención antes de caer en la ansiedad y la depresión como experiencia clínica está precisamente en la capacidad de politizar ese malestar a través de lo que la narrativa radical ofrece, la garantía de regresar a un tiempo pasado donde todo era más seguro, o ganar el futuro excluyendo todo lo que signifique un peligro para la sociedad. Así, la ansiedad y la depresión son la experiencia dolorosa del capitalismo neoliberal una vez que los esquemas de afrontamiento han sido erosionados y la realidad se vive sin ningún tipo de contención emocional. Las expresiones de ultraderecha parecen estar haciendo una lectura más aguda de la realidad, capitalizando los temores por el futuro y la aversión por la presencia de aquellos grupos o sectores que, desde su narrativa, ponen en peligro el orden social al contaminarlos, es decir, al introducir algo ajeno, fuera de lugar, lo que provoca asco y miedo. El futuro está en crisis y la alteración temporal va de la mano con la perspectiva catastrófica de la existencia. Frente a esto, surge una narrativa de ultraderecha que se apoya en el miedo y el asco para consolidar su ascenso, pero sobre todo en la incertidumbre, en la desmesura de las emociones negativas y en la falta de perspectiva, construyendo una narrativa con las emociones y la temporalidad que ofrece una alternativa al mundo incierto y precario, una utopía reaccionaria.
Bibliografía
Byung-Chul, Han, Psicopolítica, neoliberalismo y nuevas formas de poder, Barcelona, Herder, 2014.
Damasio, Antonio R., Sentir lo que sucede. Cuerpo y emoción en la fábrica de la conciencia, Santiago de Chile, Andrés Bello, 2000.
Damasio, Antonio R., El error de Descartes, la razón de las emociones, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1999.
Dunker, Christian, Uma biografia da depressão, São Paulo, Paidós, 2021.
Miller, William Ian, Anatomía del asco, Madrid, Taurus, 1998.
Nussbaum, Martha C., Las emociones políticas ¿Por qué el amor es importante para la justicia?, Barcelona, Paidós, 2014.
Stefanoni, Pablo, ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), Buenos Aires, Siglo XXI, 2021.
* Carlos Arturo Noyola Juárez:
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