15 de noviembre de 2025
Las maestras durante el movimiento revolucionario del magisterio. Apuntes para hacerlas visibles.Las maestras durante el movimiento revolucionario del magisterio. Apuntes para hacerlas visibles.
Por Katia Merari Mota Arceo*
Introducción
Durante la segunda mitad del siglo pasado, las maestras se caracterizaron por ser “profesionales, trabajadoras asalariadas al servicio del Estado y miembros de un sindicato” (Sandoval, 1992, p. 277). En adición, muchas maestras se caracterizaron por participar en movimientos sociales y magisteriales, lo que les dio el distintivo de ser mujeres vinculadas a la lucha político sindical e incluso a un carácter disidente. Entonces, la participación diligente de las maestras no solo se quedó en el aula, sino que trascendió a través de los movimientos sindicales, como el de 1958, 1979, 1989, o incluso de algunos más actuales. En la historiografía del movimiento magisterial de 1958 no ha abordado la presencia histórica de las maestras en su participación política[1], sindical y social desde una perspectiva de género. Por ello, el presente texto tiene como objetivo visibilizar a las maestras del Distrito Federal pertenecientes a la Sección IX del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que participaron activamente en dicho movimiento. Utilizando el género[2] como categoría analítica central, se aborda en primer lugar su condición como trabajadoras de la educación, para posteriormente analizar su participación específica dentro del movimiento magisterial.
1.Apuntes para visibilizar a las maestras de la sección IX
La Sección IX del SNTE estuvo compuesta por los docentes de nivel primaria y educadoras del Distrito Federal[3]. La IX concentró al personal de mayor experiencia profesional, además en cuestión de salarios eran los maestros con la categoría más elevada del escalafón, por lo que se puede decir que eran los mejores del país (Valdez,1992; Greaves, 2008).[4] Sin embargo, a pesar de los aumentos a lo largo de los años, los sueldos no llegaron al nivel existente en 1939 en cuanto a poder adquisitivo, por lo que muchas veces los maestros debían de tener ingreso adicional.[5] Para 1956—año de inicio del conflicto magisterial— la sección estuvo conformada por de 15 582 maestros de primaria (Pérez, 2008, p. 70), de los cuales aproximadamente un 70 % fueron maestras. Por ello, a continuación, se verán algunas aristas que estuvieron relacionadas a la participación de las maestras de la capital en cuanto al ser trabajadoras, sindicalizadas y participes de movimientos sociales.
Para comenzar, para mediados del siglo pasado la ideología dominante centró el deber ser de la mujer en la familia, por lo mismo el sujeto femenino se constituyó en forma estereotipada hacia ideales y normativas polarizadas en donde convergieron símbolos diversos, complejos, constantes y cambiantes y hasta contradictorios (Tuñón, 1998). El presidente Adolfo Ruiz Cortines dijo el 2 de septiembre de 1958, sobre la mujer: “Proseguirá siendo el bastión principal de su hogar, como una madre, como hija; que no la confundirán predicas engañosas; que bien sabe cuáles son sus obligaciones con su dignidad de mujer y ciudadana, para la autonomía de la familia y la soberanía de la patria” (Ruiz Cortines, 1958, “Valladar la agitación”, La Prensa, BLT, p. 12). Estos estereotipos también tuvieron un impacto hasta en la forma de habitar y la forma de ser de las profesoras de los años cincuenta.
Al abordar a las profesoras como trabajadoras del Estado, miembros de un sindicato y participantes en movimientos sindicales, es importante considerar que hubo dos concepciones simbólicas de maestras. Por un lado, en su rol positivo de su profesión, ligado a la maternidad y abnegación. En este sentido, la concepción estereotipada de la maestra tuvo una carga simbólica relacionada a su género, con la maternidad, y, por lo tanto, se pensó como un trabajo natural para las mujeres, se percibieron como segundas madres dedicadas enteramente a la educación y al servicio de la reconstrucción del país. También tuvieron una carga simbólica nacionalista, que romantizaba su labor al considerarla como patriótica en donde se les dotó de ciertos atributos y aptitudes en su deber ser como profesoras, como el ser pacientes y abnegadas en su profesión, además se vincularon con la idea de lo urbano y la modernidad, pensadas como maestras nuevas (López, 2001), como egresadas normalistas que tenían una ideología y enseñanza acorde al Estado posrevolucionario.
Con los cambios en materia educativa generados a partir de la posrevolución, la docencia se consideró una profesión típica de mujeres tanto en el medio urbano y rural, por un proceso de feminización en la educación a lo largo del siglo XX (González, 2009)[6]. En donde, si bien el proceso del incremento de mujeres la docencia fue en ascenso, la incorporación en los puestos administrativos dentro de las burocracias de la SEP y el SNTE no fueron a la par, lo que provocó que, a pesar de que fueran mayoría en las bases magisteriales hubiera una “ausencia de autonomía y de capacidad para tomar decisiones” dentro las instituciones (Cortina, 2003, p.30). Los puestos a los que más accedieron las mujeres fueron al de directoras o supervisoras en los años 50.
En consecuencia, historiadoras como Regina Cortina, se han preguntado “¿Por qué si la mujer tiene un papel central en los procesos educativos tiene tan poco acceso a los puestos de liderazgo y poder dentro de la educación?” (Cortina, 1984, p. 37-38)[7] En este sentido, hubo maestras que cuestionaron su escasa presencia en puestos de liderazgo en instituciones, como la maestra Enriqueta Palacios de Márquez Galán (Véase imagen 1), que junto a otras profesoras formaron el Frente Femenino Mexicano, que tenía como finalidad que la mujer tomara “las riendas del Sindicato Nal. De Trabajadores de la Educación, ya que consideran que la mujer dentro del magisterio está ocupando un 80%”. (Informe sobre: Magisterio, 9 de octubre de 1956, exp. 40-1., legajo 5, f.31, AGN-DFS)[8]
En concreto, es “un ejemplo central de la activa participación de la mujer de esa época fue la lucha de las maestras contra el abuso, desprecio y maltrato de que eran objeto en la institución sindical.” (Cortina, 1984, p. 37)
En consecuencia, al haber pocas mujeres en puesto de liderazgo hubo poca representatividad dentro de las estructuras sindicales. La poca presencia de mujeres en puestos directivos se debe a varios aspectos, como lo indica Regina Cortina, a la falta de oportunidades de formación profesional que dan acceso a los puestos de liderazgo, ya que fueron pocas las maestras que ascendieron en la SEP o SNTE a falta de una formación universitaria necesaria para ciertos cargos y/o ciertas redes y relaciones sociales que les hicieran promoción o, incluso, una designación (2003). Lo cual, sin duda, influyó en su forma de participar en el movimiento magisterial.
En este sentido, para entender la poca presencia de maestras en la representación sindical y en cargos importantes, se deben abordar otros factores. Uno de ellos fue su vida privada y en especial a su estado civil, ya que este estuvo relacionado con los logros educativos de las mujeres profesionales y su avance. Si bien, el ser maestra llegó a ser un trabajo atractivo para las mujeres porque era de medio tiempo y podía combinar con la vida familiar, además de otros beneficios, las mujeres tuvieron pocas oportunidades de ascender en puestos más altos porque requerían compromisos de tiempo completo y modificaciones en su participación en el hogar.
Muchas de estas maestras de la capital, que pertenecían a una clase media[9], convencidas en cumplir las expectativas de sus roles de género, dedicaron gran tiempo a las tareas domésticas y a la familia por lo que muchas veces fue complicado ejecutar dobles jornadas de trabajo repartidas entre la escuela y el hogar. Entonces, su estado civil influyó en las posibilidades de ascender con relación al tiempo que podían tener las mujeres para dedicarse a un puesto más alto, preparaciones profesionales y actividades sindicales o fuera del hogar, fue distinto para las mujeres casadas y solteras. Si bien, como lo menciona Cortina, las mujeres mostraron mucho ingenio y compromiso para combinar su trabajo y su vida familiar, no siempre fue suficientes por las limitantes de los roles entre hombres y mujeres y las demandas de tiempo de los aspectos sociales y económicos de la vida familiar.
Además, intervinieron en gran medida la centralización de los procesos institucionales y políticos que limitaron la influencia política de las maestras. El fuerte control federal sobre el sistema educativo a través del SNTE limitó “las aspiraciones y las oportunidades de las maestras y maestros reduciendo su vida profesional a empleados silenciados por las enormes burocracias gubernamentales y sindicales que rigen la educación” (Cortina, 2003, p. 47). Entonces, el sindicato influyó de una manera notoria en las oportunidades de capacitación, condiciones laborales y en el mejoramiento profesional. Las maestras tuvieron un lento avance en sus carreras, la mayoría de los profesores para avanzar en puestos administrativos en la SEP o seguir una carrera en el sindicato debían de seguir una estructura piramidal encabezada por el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) que es el que finalmente controló la política sindical interna y su movilización hacia puestos de mayor responsabilidad.
A su vez, en el sindicato hubo barreras de participación para las mujeres por condiciones de género, como la idea misma de que “el sindicato es cosa de hombres”, así como una estructura vertical, autoritaria y patriarcal que le asigna un rol a las docentes, que limitó la participación en la construcción de un imaginario estereotipado que chocó en las profesoras que ascendieron o buscaron hacerlo, con la idea que se promovió de su imagen de un buena maestra “tradicionalmente femenina de honradez y dedicación y para legitimar a la dirección del sindicato frente a la base” (Cortina, 1989, p. 268). [Véase también Revelo, Sánchez, 2004]
La obtención de voto abrió el panorama para las mujeres de mitad del siglo a una participación política más amplia, que se observó en las siguientes décadas con una mayor presencia en puestos de representación y en movimientos sociales. Ahora bien, la movilización política de las mujeres ha estado estrechamente vinculada al magisterio, desde la revolución las maestras han participado en actividades políticas en pro de obtener derechos como el voto. Un antecedente y ejemplo está en mayo de 1919 la Liga de Maestros del Distrito Federal se fueron a huelga, exigiendo el pago de sus salarios, destaca que “para 1919 eran mujeres casi el 75% del personal educativo… entonces la huelga de mayo fue protagonizada mayoritariamente por ellas” (Cano, 1989, p. 33). Entonces, si bien las mujeres no tenían el voto actuaban políticamente, en particular las docentes participaron en más movimientos y organizaciones en pro de sus derechos, lo que indica que mantuvieron una participación política importante durante la primera mitad del siglo XX.
La participación de las maestras tanto en la cuestión laboral y sindical estuvo influida por su género, por lo que también fue su participación en movimientos sociales y sindicales. En estos, las jerarquías de género siguieron permeando en cuestiones como el liderazgo, las estrategias e incluso la ideología (Taylor, 1999), sin embargo, la participación de las mujeres, y en especial de las maestras en el movimiento muestra la amplia gama de formas de participación pública, colectiva e individual, vinculadas con las relaciones con sus compañeros y compañeras de base.
2.Las maestras en el movimiento magisterial
El movimiento magisterial surgió bajo un ambiente político conservador, y autoritarismo tanto del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines como el de Adolfo López Mateos mantuvieron una tendencia de “inducir el crecimiento económico con medidas débiles para redistribuir la riqueza producida y las oportunidades” (Rodríguez Kuri, 2015, p. 202), por lo que varios movimientos, paros, huelgas de estudiantes y trabajadores se produjeron para finales de la década de los cincuenta. Para 1956 el movimiento empezó bajo diversas causas de lucha como la obtención de mejores salarios, mejores condiciones de jubilación y contratos, e incluso la democratización sindical, empero, las aspiraciones del magisterio que habían sido reprimidas por años llegaron a desbordarse al quedar expuesta la corrupción sindical de los dirigentes (Greaves, 2008). Los docentes de la sección IX del SNTE se organizaron primeramente en Organización del Comité de Lucha Pro Pliego Petitorio y Democratización de la Sección IX del SNTE en 1956, y para el año siguiente en el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM). Este se estableció como el organismo dirigente del movimiento, para defender y mantener la lucha por las causas económicas y de democratización, encabezado por Othón Salazar y José Encarnación Pérez Rivero (Cázares, 2023).
Desde su conformación en el movimiento hubo maestras que tuvieron puestos importantes de representación durante el movimiento, en 1956 en el Comité Ejecutivo de la sección IX destacan Amelia Oliver Ríos como secretaría de Finanzas, Guillermina Altamirano J. como Secretaría de escalafón y Silvia Hermoso Arroyo (Volante, 21 de noviembre de 1956. AGN-DFS, exp. 40-1, l. 6, f. 186); durante el siguiente año, en el Comité Ejecutivo del MRM sobresalen la profesora Elia Sortibrán D., Carlota Rosado, Carmen Covarrubias y Celia Flores de Alamilla como parte del comité directivo de la sección (AGN-DFS, exp. 40-1., legajo 8)[10]. Estos puestos de representación tuvieron que ver en gran parte con cuestiones relacionadas con su género, por ejemplo, la cuestión financiera se consideraba mejor para las mujeres maestras bajo una idea de honradez. Y, a su vez, también fueron puestos de representación lo que indica cierto liderazgo y reconocimiento por parte de las bases.
El año de 1958 fue particularmente convulso, pues el movimiento magisterial coincidió en una ola de movilizaciones sociales de otros sindicatos y sectores, como el de los ferrocarrileros, telegrafistas, petroleros y estudiantes, tanto del IPN como de la Escuela Normal Superior y otras escuelas normales. Así como lo han indicado Soledad Loaeza y Camilo Vicente Ovalle, estos movimientos pusieron al descubierto la exclusión de varios sectores de la democracia, de la modernización política y económica, también evidenció los límites del Estado autoritario ya que todas las expresiones de disenso fueron reprimidas. (Loaeza, 2022; Vicente Ovalle, 2019).
A lo largo de este año, hubo decenas de notas periodísticas que cubrieron el movimiento, sobre todo en aquellos momentos donde la disidencia magisterial fue duramente reprimida. Desde una prensa oficialista se abordó el conflicto desde un nacionalismo rancio y un anticomunismo derivado de la Guerra Fría (Amaya, 2006), por lo que la tendencia de la prensa normalmente fue descalcificadora de la lucha del MRM. Sin embargo, no todo fue blanco y negro y hubo matices en los medios que mostraron notas y testimonios de profesoras que exponen su participación política.
Durante este año hubo importantes movilizaciones, la primera de ellas fue la del 12 de abril, cuando convocó un mitin masivo en los patios de la Secretaría de Educación Pública, el propósito fue tener una entrevista con el secretario de educación José Ángel Ceniceros y entregarle un pliego petitorio con sus demandas. Sin embargo, antes de que se llevara a cabo el mitin los maestros fueron recibidos por granaderos a la entrada de las instalaciones de la SEP, por lo que los maestros decidieron irse al Zócalo a protestar por la intervención policiaca. No obstante, ya en el zócalo los policías y granaderos arremetieron contra los docentes haciendo un uso excesivo de la fuerza pública (Loyo, 1979). A continuación, los miembros del MRM protestaron por la represión durante los siguientes días, un ejemplo fue el mitin realizado el 22 de abril, donde profesoras como Olivia Espinosa dieron acalorados discursos sobre el movimiento y sus demandas. En ello, se visibilizan las maestras, pero también se muestran como representantes de la base, en el que reflejaron cierto protagonismo y liderazgo. (Véase imagen 2).
Las movilizaciones continuaron hasta el 30 de abril cuando tomaron las instalaciones de la SEP. La llamada guardia permanente duró 36 días hasta que el movimiento obtuvo varias de sus demandas, entre ellas la convocatoria de elección del nuevo Comité Ejecutivo de la sección IX (Loyo, 1979). Durante la toma de instalaciones de la SEP, las maestras participaron pese las cargas familiares y de turnos de incluso 12 horas. Llegaron a asistir con sus hijos y familiares a la guardia permanente, lo que les trajo complicaciones con esposos, hijos o familiares, por los roles femeninos que se esperaban de las maestras como mujeres. En algunos casos, algunas maestras fueron cuestionadas por su estadía en las actividades del MRM y no en el hogar. En este aspecto llama la atención el testimonio de Othón Salazar sobre las actividades de las mujeres:
Había maestras muy valientes que fueron presionadas por sus esposos con palabras como éstas: ‘Estás conmigo o la lucha’; hubo varios matrimonios que se rompieron. Otras estuvieron con todo y esposo. Aurorita, estaba jovencita, rompió con su marido y hasta la fecha sigue en la lucha. También hubo maestras, como Sofía González, que llevaron a sus hijitos a que de niños escucharan mis discursos en la SEP, y ahora son licenciados, son médicos, pero eran niños cuando los llevaban allá a Educación (Salazar, 2008, p. 41).
En espera de que se realizara el proceso de nuevas elecciones sindicales, así como en un ambiente de represiones y de vigilancia por parte del Estado, para el 6 de septiembre se realizó una gran manifestación magisterial, en donde se convocó a los participantes de la marcha en el monumento a la Revolución, sin embargo, al llegar los maestros y demás simpatizantes, ya había granaderos. Durante horas hubo una persecución por todo el sector central de la ciudad, hubo varias personas asfixiadas y heridas y se detuvieron a 208 personas, entre ellas fueron manifestantes, transeúntes y maestros que desalojaron de El Ánfora, lugar donde se reunía el movimiento. (“El régimen suprime las libertades”, La Voz de México, 19 de noviembre de 1958, no. 1667, p. 6, CEMOS) Asimismo, antes de la manifestación fueron detenidos los líderes magisteriales. [11] Entre los detenidos hubo también profesoras, algunas de ellas fueron detenidas durante las movilizaciones del 6 de septiembre, la nota de La Prensa se mencionó que en cuatro separos estaban alojadas veintiséis maestras “jóvenes y ancianas” estas dieron testimonio de la forma en que las apresaron, destacó la violencia con la que fueron aprehendidas. La profesora María Encarnación Dolores dijo “Me cogieron entre tres policías y me doblaron los brazos”, María Concepción Fraustro declaró: “La policía nos atacó como si fuéramos criminales” (“Maestros en Libertad, 10 de septiembre 1958, La Prensa, p. 38, BLT).
Durante la violenta represión del 6 de septiembre, las profesoras transgredieron normas establecidas para su profesión y género, al estar en un espacio público y en especial en la manifestación en donde la disidencia implicaba el cuestionamiento de la legitimidad y funcionamiento de las instituciones como la SEP y el SNTE, y también salir de las normas relacionadas a su rol de mujeres al salir a las calles.( Castro, 2003) Al respecto, el líder magisterial, Othón Salazar, dejó testimonio de algunas maestras participantes en esos días:
Están también otras compañeras, como la educadora Luz Hernández Ruiz, de una lealtad a toda prueba; la maestra Grecia Rojas, recién desaparecida, que era una verdadera soldadera del movimiento […]Hay como cuarenta o cincuenta gentes, hombres y mujeres, de una firmeza grande, Beatriz Rosete es una de ellas (Salazar, 2008, p. 41).
Ante la difícil situación del MRM después del convulso 6 de septiembre, los maestros disidentes decidieron reiniciar los paros escolares en pro de la libertad de los presos políticos. Más maestras fueron detenidas al negarse a dar clase, al respecto la maestra Consuelo Díaz declaró; “Varios policías entraron a la escuela ´El Pípila´ situada en la esquina de Maderos y Electrificación, en Tacubaya. Uno de ellos se dirigió a mí y dijo ´O trabaja o se va a la calle´. Obedecí. No estaba dispuesta a reanudar las labores y al salir fui detenida”. (“Detención de Veinte Maestros y Estudiantes Otonistas que impedían se Dieran Clases”, 10 de septiembre de 1958, Excélsior, p. 10, BLT). Este testimonio demuestra una actitud de posicionamiento y solidaridad al movimiento al que ella perteneció, además es una denuncia a las acciones represivas del Estado, de las que ellas también fueron víctimas. Lo que da pauta para considerar una conciencia de sus acciones, pero también de sus espacios de acción, es decir las escuelas. En medios como Excélsior y en La Prensa, del 8 a 10 de septiembre aparecieron fotografías de las maestras en los separos, que tuvieron una carga simbólica violenta ya que la publicación es un tipo de advertencia al resto de docentes “sobre las consecuencias de contravenir las normas establecidas” (Núñez Cetina, 2008, p. 123).
Al respecto, hay un par de testimonios a mencionar de docentes participantes del movimiento; el primero menciona “Íbamos muchas mujeres, muchas… probablemente por eso desaparecía el temor de que algo nos pasara” (Sandoval, 1992, p. 277), lo que muestra la presencia de la base magisterial compuesta en mayoría por profesoras; enseguida, el segundo testimonio relata el cambio logrado en sus concepciones en sus condiciones de trabajo, la profesora señala “El movimiento nos abrió los ojos… [Antes] era una intimidación del director… era como nuestro padre. Todo el proceso de lucha hizo que evolucionara nuestra conducta hacia los directores”. (Sandoval, 1992, p. 277) En ello, es esencial tener en cuenta el sistema normativo y simbólico que envuelve la vida cotidiana en las instituciones, en especial la escuela, y que los mismos miembros de una sociedad intercambian y socializan. Por consiguiente, en las relaciones de género que pueden darse en una comunidad escolar, en el magisterio o en el sindicato tratan de un “sistema donde la oposición varón-mujer no es el algo dado y equilibrado sino problemático y contextualmente definible” (López, 2006, p.6).
Mientras los líderes se encontraban en la cárcel, la dirigencia nacional del SNTE convocó a elecciones para elegir el Comité Ejecutivo de la Sección IX. Con Salazar encarcelado, el MRM postuló a Gabriel Pérez Rivero para ocupar el puesto de presidente Posteriormente, se realizaron las votaciones y el triunfo fue para MRM, que ganó la elección con 9805 votos a favor y 37 en contra (Pérez Alfaro, 2015, p. 79). Con la aparente victoria y la liberación de sus líderes en diciembre de 1958, durante 1959 la Sección IX se mantuvo organizada con sus bases y funcionando bajo sus principios democratizadores. Sin embargo, el triunfo fue momentáneo pues la dirigencia del SNTE y la SEP, constantemente sabotearon la participación y actividad sindical de la sección. Hasta que en mayo de 1960 se dio el golpe decisivo cuando el SNTE acordó la expulsión de los dirigentes de la sección IX, y en su lugar se asignó otro comité lo que resultó en un acto de charrismo.(Loyo, 1979) En consecuencia durante los siguientes meses el MRM se movilizó, sin embargo, ante un panorama político distinto, por varios errores políticos y el cese de cientos de maestros y maestras líderes, el movimiento entró en un debilitamiento que lo imposibilitó en la lucha en donde, finalmente, no pudo “romper la antidemocracia impuesta en el SNTE desde el gobierno a través del charrismo sindical”( Cázares Torres, 2023, p. 318).
Entonces, las maestras trasgredieron el orden establecido en cuestiones de género sobre todo en relacion a la docilidad y la sumisión (Santillán, 2013) que se establecía en su género y en su profesión. Durante las décadas de los cuarenta y cincuenta se buscó reforzar el modelo tradicional de conducta de las mujeres en el ámbito privado, diligentes al hogar, al marido y a los hijos, es decir, ligado a un discurso tradicionalista sobre la maternidad y el deber ser de las mujeres, aunque con toque de modernidad (Pulido, 2014). Estas maestras como mujeres transgredieron las normas establecidas, al ser partícipes activas de movilizaciones, mítines, marchas y tomas, en donde la disidencia también implicó lo político en el cuestionamiento a la legitimidad de las instituciones como la SEP y el SNTE, y un carácter moralizante sobre los valores que sustentan las normas relacionadas al ser mujer. (Castro, 2003) Si bien, no todas las maestras de la Sección IX participaron activamente siendo disidentes, varias de ellas tienen ese rasgo de transgredir al punto de ser detenidas. Con respecto a los cincuenta, las disidencias de mujeres no cuestionaron la función reproductiva, familiar y privada, es decir, la ideología del sistema imperante (Tuñón Pablos, 2010) en cambio en otros aspectos si lo hicieron, como en los laborales.
La participación política de las maestras durante el movimiento magisterial fue diversa, como mayoría de la base magisterial tuvieron acciones importantes que fueron desde la organización entre sus compañeros de escuela y de zona, y en un mayor grado entre los miles de maestros pertenecientes al movimiento; igualmente, su participación también estuvo en la resistencia, en la protesta y sus posicionamientos desde sus lugares de trabajo, las escuelas, hasta las calles de la metrópoli. Para concluir, me parece que las acciones representadas, en los archivos y la prensa, en los testimonios y las notas reflejan cierta conciencia de las maestras en sus acciones y en el espacio de estas, son conscientes de sus demandas y su pertenencia al movimiento.
Archivo
Archivo histórico del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista. CEMOS.
Fondo Hemerográfico, Biblioteca Lerdo de Tejada. BLT.
Fondo Secretaría de Gobernación, Dirección Federal de Seguridad, Archivo General de la Nación. DFS-AGN.
Bibliografía
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[1] Autores como Aurora Loyo y Gerardo Peláez han abonado en la reconstrucción y entendimiento del movimiento magisterial; asimismo autoras como Magdalena Pérez Alfaro, ha contribuido en otorgarle novedosas perceptivas al abordar el movimiento a partir de la apertura de los archivos, como el de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Empero, en esta bibliografía no se aborda la participación de las maestras en el movimiento. Únicamente estudios como los de Regina Cortina, María Eugenia Valdés Vega y Etelvina Sandoval, hacen énfasis en la participación político y sindical de las maestreas, en donde, sin embargo, su foco está en las maestras que participaron en la primavera magisterial de 1989, por lo que no se enfocan en aquellas del movimiento de los cincuenta.
[2] El Género es una categoría analítica, teórica y metodológica importante al estudiar a una mujer maestra, ya que contribuye a comprender el invento de lo femenino y lo masculino en las identidades colectivas e individuales, las cuales han sido construidas histórica y culturalmente a partir de elementos normativos y simbólicos. En el concepto de género es pertinente retomar a Joan W. Scott, que ofrece un enfoque apropiado para la investigación. (Scott, 2008)
[3] La sección estaba compuesta por profesores de nivel primaria y educadoras que dependían de las Direcciones Generales de Educación Primaria en el Distrito Federal; de las Escuelas anexas a las Normales y de especialización; y de los internados de Enseñanza Primaria y de las Escuelas Asistenciales. (Loyo, 1979, p.36)
[4] Asimismo, para 1955 el 84.7% de los docentes del Distrito Federal contaron con titulo profesional. (Greaves, 2008, p. 288)
[5] Los sueldos de los profesores rondaban en $800 pesos mensuales y obtendrían para 1958 un aumento de $150 pesos. (Graves, 2008, p. 83-84)
[6] La feminización del magisterio es entendida como la incorporación mayoritaria de las mujeres en la enseñanza elemental, en comparación con los hombres. Este fenómeno también ocurrió en otros países industrializados como Estados Unidos (75% del total), Italia (68%), Inglaterra (66%) y Canadá (65%).
[7] Si bien el análisis que realiza Regina Cortina es sobre las maestras que participaron en el movimiento magisterial de 1989, retoma participaciones de las profesoras en actividades sindicales previas como las de 1979 y la de 1958.
[8] Me parece importante resaltar que a lo largo de los expedientes de la DFS la maestra Enriqueta Palacios fuera vigilada de manera particular, es la única que tiene un registro individual de su actividad y se informa, aunque brevemente en solo un expediente sobre sus actividades y sus cuestionamientos hacia la política sindical del SNTE. Asimismo, el informe da cuenta de que las profesoras se organizaron en un frente, lo que abona en la consideración de su actividad política fuera de su sindicato. La fotografía parece haber sido obtenida de un documento oficial de la maestra, como su título o su designación por parte de la SEP.
[9] Al respecto, se pueden considerar a las maestras de clase media a partir de varios aspectos. Como lo ha planteado Sara M. Luna, la clase media para los años cincuenta se puede definir no solo a partir de indicadores socioeconómicos como el nivel educativo, la ocupación o el ingreso, si no también por refrentes simbólicos, en el que en este caso se involucran las expectativas de género. Las maestras de la sección IX, como se dijo más arriba, tuvieron un sueldo de alrededor de $800 pesos para 1956, para el mismo año alrededor de la mitad de la población ganaba menos de $750, entonces si bien estaba por sobre la media no resultaba ser suficiente para tener una vida acomodada, como lo ha explicado la autora. Además, no se pueden dejar de lado el estado civil de las maestras al momento de considerar su ingreso. (Luna Elizarrarás, 2017)
[10] A lo largo de los volantes y comunicados las maestras firman junto a otros profesores como representantes.
[11] Ya que se disponían a salir hacia la marcha, Othón Salazar, Encarnación Pérez, Nicolás García Abad y Venancio Zamudio Cruz, fueron aprehendidos en sus domicilios y encarcelados en la penitenciaria de Lecumberri. (“Veinte agentes detuvieron a Othón Salazar”, Excélsior, México D.F, 7 de septiembre de 1958, p. 1. Biblioteca Lerdo de Tejada.)
* Katia Merari Mota Arceo: Es actualmente estudiante del Doctorado en Historia Moderna y Contemporánea, del Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora, es Maestra en Historia de México por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH. Es parte del Comité editorial de la revista Ecúmene. Sus líneas de investigación son Historia de la cultura visual en México, Historia de la educación e Historia de género.
Contacto: kattmer29@gmail.com
Las maestras durante el movimiento revolucionario del magisterio. Apuntes para hacerlas visibles
Resumen: A lo largo de la historia del sistema educativo mexicano, las maestras han desempeñado un papel trascendental desde la creación de la Secretaría de Educación Pública. Su relevancia no solo radica en su labor docente, sino también en su condición de mujeres profesionistas, asalariadas del Estado y sindicalizadas, como señala Etelvina Sandoval. Su participación ha sido también política, destacando su papel en el movimiento magisterial de 1956 a 1960. Este texto busca visibilizar a las maestras del Distrito Federal, pertenecientes a la Sección IX del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que participaron activamente en dicho movimiento. Desde una perspectiva de género, se analiza primero su condición como trabajadoras de la educación y luego su rol dentro del movimiento magisterial.
Palabras clave: Maestras/ Participación política/ Movimiento Revolucionario del Magisterio/ Género
Female teachers during the Revolutionary Teachers´ Movement: Notes on making them visible
Abstract: Throughout the history of the Mexican education system, teachers have played a pivotal role since the creation of the Ministry of Public Education. Their relevance lies not only in their teaching work, but also in their status as professional women, salaried workers of the state, and unionized, as Etelvina Sandoval points out. Their participation has also been political, highlighting their role in the teachers’ movement from 1956 to 1960. This text seeks to highlight the women teachers of Mexico City, belonging to Section IX of the National Union of Education Workers, who actively participated in this movement. From a gender perspective, it first analyzes their status as education workers and then their role within the teachers’ movement.
Keywords: Teachers/ Political Participation/ Revolutionary Teachers’ Movement/ Gender
Cómo citar este artículo:
Mota Arceo, Katia. “Las maestras durante el movimiento revolucionario del magisterio: apuntes para hacerlas visibles.” Gaceta Criba, no. 10, oct.-dic. 2025, pp. 41–54.
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